Apreciación de las mujeres
“En los cambios sociales de Latinoamérica“
Aunque a mediados del siglo XX ya se venía produciendo una serie de cambios en los temas que eran abordados por los pensadores de la época en Latinoamérica, pocos se interesaron por el papel secundario que la mujer cumplía en las distintas esferas para ese momento histórico. Por ejemplo, en el texto titulado 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui se plantea de entrada los siguiente:
Entre fines del XIX y comienzos del siglo XX ingresaba en la palestra ideológica peruana la llamada generación del 900, la mayoría de cuyos más influyentes miembros tenía también filiación positivista liberal, y era portavoz de las fracciones más modernizantes de la burguesía peruana. Y no es que desconocieran la existencia del problema indio en la falta de integración nacional. Pero de una parte, su atención estaba más centrada en los problemas institucionales del Estado y las cuestiones políticas concomitantes con la actividad capitalista en plena dinamización (Mariátegui, 1995: 28).
Lo anterior permite vislumbrar que por ejemplo en el Perú la atención ideológica estaba centrada en la conformación del Estado dentro de un sistema capitalista que estaba en auge, razón por la que el tema del papel de las mujeres en la sociedad —algo similar a lo que ocurría con el rol asignado a los indígenas en el ámbito social, político, económico y cultural— estaba relegado a un segundo plano
de la discusión. Situación que se extendió a lo largo de Latinoamérica. En consonancia con lo expuesto, es pertinente mencionar los postulados del autor peruano Aníbal Quijano, quien expresa:
Las otras diferencias que en la población europea de los siglos XVIII y XIX estaban vinculadas a diferencias de poder, principalmente sexo y edad, en esa perspectiva son ¨naturales¨, es decir, hacen parte de la clasificación en la ¨naturaleza¨. En otros términos, la teoría eurocéntrica sobre las clases sociales, y no solamente en el materialismo histórico marxista – positivista, o entre los weberianos, sino en el propio Marx es reduccionista: se refiere única y exclusivamente a uno solo de los ámbitos del poder: el control del trabajo y
de sus recursos y productos (Quijano, 2020: 351).
El apartado anterior reafirma que las temáticas relacionadas con las gentes son consideradas sólo respecto a los procesos de producción y por tanto están determinadas por ellos. De ahí que el autor mencione algo fundamental, y es la consideración de las diferencias por sexo como algo “natural”, es decir que desde entonces era visto como algo inherente al ser de las mujeres cumplir los roles que la sociedad de producción le asignara sin tener en cuenta en primera instancia cuáles eran las tareas que ellas verdaderamente querían desempeñar.
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Por: Karen Yiselle Ramos Burbano
Comunicadora Social
Magister en Educación desde la Diversidad Especialista en Comunicación y Periodismo Digital y Estudiante de Doctorado en Ciencias Humanas