Entrevista a Julieth Morales, Artista Misak
Julieth Morales, una mujer perteneciente al pueblo indígena Misak, que a partir de su arte ha logrado mostrar una realidad más allá de los estereotipos alrededor del papel que deben cumplir las mujeres en su comunidad.
Con “Origen Divergente”, el documental de las productoras “Viento en Popa” y “Cine Cultivo” de Popayán, Julieth, una de sus protagonistas, mostró cómo ha sido su largo caminar reflexivo en torno a los pensamientos e ideologías formadas en su pueblo Misak, que culturalmente se han anclado a un actuar de la mujer sumisa. Para eso, y a partir de un constante cuestionamiento a sí misma y a tantas costumbres, Julieth ha logrado romper con algunas estructuras preconcebidas dentro del papel de mujer, lo que la ha llevado a un lugar más libre, desde el cuerpo hasta la descolonización.
Julieth se ha cuestionado quién es realmente ella y cuenta cómo le ha tomado tanto tiempo ese recorrido de reforzar su identidad, pues sabe que parte de sí misma se conforma. por un lado. con su pueblo, con su cultura y sus formas de comprender los roles de género en la comunidad; y por otro lado se constituye a sí a partir de una visión occidental donde, si bien también han existido estructuras patriarcales, la mujer ha sentido la necesidad de alzar su voz y ha logrado, desde esa lucha, grandes reivindicaciones. Así que la mujer en quien se ha convertido recoge la memoria de todas aquellas que han pasado por su vida, también, por supuesto, de las que le han otorgado sus mayores conocimientos ancestrales como su madre, abuela y bisabuela. Y en medio de ello, por medio de su arte, ha logrado caminar sola y reconocerse a sí misma como la mujer que desea ser.
Al principio, cuando inició con artes plásticas, buscaba cumplir con la intención de su familia de obtener un título, pero no fue hasta mitad de carrera que descubrió todo ese camino que la había llevado a donde se encontraba y nació esa crítica a todos esos procesos de colonización con los que ha cargado. Allí floreció la necesidad de despojarse de todo rastro de violencia y de esas simbologías de lo que significaban ser una “buena mujer indígena” y decidió manifestarlo por medio de su cuerpo, un cuerpo que lleva consigo un peso grandísimo de patrones violentos que no pertenecen solo a ella sino a una generación grande de mujeres que viene desde atrás.
Por medio del despojo es que ella empieza a entender y reconocer su propio cuerpo, observando cada cicatriz con las que ha cargado por años y que pretende sanar. Sus proyectos están basados en este pensamiento, en ellos ha incluido, además, accesorios de suma importancia en su pueblo pero que llevan consigo también ese peso de la inhibición y los acompaña con rituales que hacen parte del mismo como una forma de cuestionamiento a los efectos que tienen en las mujeres Misak.
En el documental se muestra 3 de sus obras, la primera expuesta en la galería espacio El Dorado y titulada “El Baile de las Mojigangas”, una tradición donde los hombres se visten extravagantemente de esta imagen que tiene de la mujer occidental, la versión de una “mala mujer”; la segunda presentada en el Banco de la República, llamada “Ires y venires”, donde se toca todo el tema del mestizaje y la colonización; y la última que lleva por nombre “Los Cruzeros”, consta de 4 retratos a 4 mujeres mayoras que son las únicas que aún llevan con ellas unos collares de plata con un origen ancestral.
En entrevista, Julieth nos comentó un poco más sobre todo este proceso que ha vivido y ese largo camino por encontrar su identidad y despojarla de muchas ataduras.
María del Pilar Garzón: ¿Recuerda el momento en qué se sintió diferente a las mujeres de su pueblo?
Julieth Morales: Yo recuerdo haber sido, tal vez, una niña diferente a mis demás compañeras, vecinas, primas; incluso antes de mi periodo, entre los 10 y 11 años. A los 12 cuando ya me llegó mi periodo, siempre estuvo el miedo de que ya me convertía
en una mujer y que lo que yo había sido desde mi niñez hasta ese momento, no había sido válido porque era una niña muy rebelde, no había aprendido a tejer aún, entonces los pronósticos no eran buenos.
MPG: ¿Qué mujeres han cumplido un papel importante para la creación de sus proyectos?
JM: Las mujeres importantes en este caminar han sido mi madre, con la que aprendí a hacer mingas, mi abuela, con la que aprendí sobre tejido y pude, por fin, cargar mi cuerpo a esos tejidos y esa simbología gracias a ella; pero solo hasta mis 24 años de edad fue que entendí lo que significaba el tejido. También a mis vecinas, a todas estas comuneras que están ocupadas en su oficio y entregadas a las tareas del hogar pero que también tienen esa disponibilidad de la minga, de siempre participar en colectivo y apoyar a la otra; gracias a ese pensamiento es que ese esa intención e inquietud que tenía se pudo llevar a cabo en los proyectos que he hecho.
MPG: ¿Cómo ha reaccionado la comunidad Misak con respecto a sus trabajos?
JM: Las primeras reacciones son de parte de mi familia, en un inicio no conocían todo mi trabajo y creo que ahora no lo conocen del todo… los primeros trabajos que ellos vieron fueron desde el cuerpo, este cuerpo rebelde que pretendía despojarse de muchas cosas. La lectura que se hizo era este cuerpo que quiere ser así, rebelde, que invita a las otras mujeres a dejar de ser ellas mismas con ese buen ejemplo en la comunidad, para convertirse en un “mal ejemplo”, entonces era una invitación muy negativa y esa fue la primera lectura que se le dio. Hoy en día, que apenas se está conociendo el trabajo y se está llegando a la comunidad, pues está llegando el trabajo colectivo permite que haya una mirada más aceptable porque los involucra a ellos, pero creo que no se ha conocido muy bien eso que lo antecede que es mi cuerpo individual dentro de ese territorio y cómo se empieza a tejer con ellos. De una de las mamas, mama María Jesús, agradezco mucho sus palabras, recalcaba muchísimo como en su vida era tan valiosa la minga y ver que una persona joven, mujer, del propio territorio, interesada por escucharla, por retratarla y que fuéramos vecinas y parte del mismo lugar, era para ella muy gratificante; es ahí donde se empieza a tejer esa relación de esas mujeres mayoras de ese conocimiento ancestral con este contemporáneo.
MPG: ¿Cómo se sintió despojando y reconociendo su cuerpo? Si fue un reto, ¿cómo logró superarlo?
JM: Claro, es un reto poder mirar su propio cuerpo, para todos creo, estamos todavía muy arraigados al pensamiento conservador y religioso y desde las tradiciones que combinan estas dos cosas de que la mujer no puede mostrar ni puede hacer, da mucho miedo entenderlo. Fue un reto para mí: uno, dibujarlo, darle color a eso y luego pensar que no era suficiente para mí, que tenía que llevarlo a la fotografía, a lo audiovisual y que eso no me bastó porque tuve que llevarlo al performance, tuve que llevarlo yo a cabo en un lugar, un sitio que se da fuera del territorio, la primera acción performática sucedió acá en Popayán, donde de algún modo me sentía más segura. Hubo un recorrido de preguntas para poder llegar a hacerlo, lo hice también con el apoyo de compañeras y compañeros en ese momento, con los que entendíamos el cuerpo desde otro lugar. Posterior a eso, hay varios conflictos, incluso con lo que soy, porque no soy una mujer completamente descolonizada, aún hay muchas cosas que me duele arrancármelas, esto ha sido paso a paso. Me llené de mucho temor, preguntas, dejé de hacer performance por un tiempo, pero la insistencia inconsciente siempre estuvo ahí. Sigo pensando que el cuerpo es esa primera herramienta.
MPG: ¿Qué mensaje quisiera dejarle a las mujeres y los hombres de su comunidad?
JM: En el caso de las mujeres, siento que es necesario que volvamos a caminar en ese pensamiento de la minga, creo que es una de las herramientas que más nos puede favorecer en este contexto, siempre caminar en conjunto, que no nos desconectemos la una de la otra, tejer no solo desde afuera sino hacerlo desde adentro para permitirnos pensar, también, cuál es esa visión de mujer indígena que queremos construir en estos tiempos, dentro de esa minga tiene que estar presente esa pregunta. En relación a los hombres, que se unan a estos procesos también, es el momento de hacer ese equilibrio, si estaban en ese poder sobre el otro, deben empezar a preguntarse y cuestionarse para llegar a encontrar ese equilibrio entre todas las partes.
MPG: ¿Qué es lo más valioso que le ha dejado este camino y estos proyectos?
JM: Toda la reconstrucción y la revisión de mi identidad de mujer, que es una mujer que pertenece a un territorio, a un colectivo pero que también puede caminar de manera individual, creo que esa es la más grande herramienta que me dejó el lado académico y junto con él, mis trabajos.
Por: María del Pilar Garzón
Soy estudiante de Comunicación Social y Periodismo de la Corporación Universitaria Comfacauca. Me gusta escribir, realmente es una de mis grandes pasiones y con la carrera lo he apreciado mucho más, también disfruto bailar, cantar y cocinar. Normalmente cuando escribo me guío más por el lado literario, algo más narrativo, pero también me gusta mucho la columna de opinión y la entrevista.