A lo escondidx

Se podía ver y sentir la manera en que los cuerpos se unían al vaivén de los sonidos y la música, creando una conexión entre los asistentes al son del reggaetón. Las parejas se acercaban y encajaban a la perfección entre ellos, sin punto de diferenciación en la pista de baile. El ruido estuvo presente desde el primer momento, calándose en los huesos hasta sentir la necesidad de movimiento, vibrando con la energía del lugar, mientras la respiración se hacía más pesada en cuanto el beat subía y subía.

Al entrar al lugar, se es recibido con una oscuridad que da pie a dejar el alma en él, con paredes pintadas de negro, pero siendo acompañadas e iluminadas por letreros en luces de neón y, resulta imposible ignorar cómo unos cuerpos se unían en una pieza de baile, mientras en sus rostros brillaba la frase “ni santa, ni diabla” en tonos rojizos y azules. Para dar más euforía y energía a la atmosfera, las luces de disco van cambiando de color constantemente y, parecería todo tan simple como ello, pero es curioso cómo la psicología del color juega un papel importante en las emociones y reacciones de los presentes. 

El dj y el animador de la fiesta eran los encargados de poner la música y asegurarse de que la gente se divierta al máximo, siendo esta, en su mayoría, jóvenes. Jóvenes con todas las ganas de pasar un buen rato, bailar y olvidar un poco lo que la semana trae consigo, junto a sus amigos allí, mezclando en el ambiente las risas y los cantos ardientes que salían de sus bocas. Aunque llamó la atención la casi nula existencia de mesas y asientos, estratégicamente permiten que se cree un ambiente de mayor interacción, ¿para qué sentarse si hay tantas personas que conocer y tantos temas que sudar?

Y es que, de principio a fin el calor estuvo presente en toda la noche, haciendo inevitable que el sudor no recorriera los cuerpos y se sintiera en los otros; estaba tan lleno que era imposible no sentirlo. El roce entre todos se sentía cada vez más fuerte y el aire se tornaba más caliente de lo normal, complicando la respiración, se notaba a las personas limpiando sus caras con sus manos, intentando en vano quitar la sudoración de ellos. Pero, es tan pronto como suena “Salió el sol” de Don Omar, que todo rastro de incomodidad perdió sentido, solo importaba el beat recorriendo cada rincón del lugar, encontrando como pudo, adueñarse de los cuerpos completamente mojados y, con un espacio sumamente reducido, se hace cada uno su lugar, porque a la hora de bailar todo el mundo cabe.

Intentado buscar algo de aire fresco y que la respiración volviera a su normalidad, salí a la calle, intercambiando con otros cuantos más el mismo sentimiento de agitación y desesperación. En el aire se fundían diferentes olores característicos del centro, desde los más agradables hasta los que no resultan muy placenteros para unos; aquellos que resultan ser tan famosos afuera de ciertas facultades, estereotípicamente y, por supuesto, por las noches universitarias de la ciudad, acompañado de cigarro y alcohol.

La multitud que se veía en esta calle, específicamente, la 5ta, está mayormente compuesta por jóvenes y universitarios, incluso por ahí se puede observar a un grupo de menores de edad tratando de ingresar a la discoteca sin ser pillados y engañar a los porteros para disfrutar de lo que se vive en este lugar.

No pensé en toparme con toda esta experiencia cuando salí buscando por un lugar que lograra llenarme  y subirme el ánimo, caminando por el centro histórico de Popayán, con la fé intacta, fue que me encontré con esa multitud, llamando por completo mi atención y deseando estar allí con la misma perspicacia que se reflejaba en ella. Ya en la conocida zona rosa del centro, decido adentrarme más y hacer la fila que conducía a un local escondido, con los pelos de punta, preguntándome qué me encontraría al ingresar en él, ¿podré encontrar lo que he estado buscando por tanto tiempo?

Cada vez que me acercaba más, mi canto se unía a lo que se escapaba de adentro, desde Ñengo Flow y Bad Bunny, hasta Nicky Jam. Por fín estando en la entrada, pagando por mi manilla, me encontré con varios amigos, que me presentaron, adecuadamente, lo que sería llamado como el templo del reggaetón, “La escondidx”.

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